Cuando dejé mi trabajo para montar mi propia empresa (otter.es) di un verdadero salto al vacío para construir la idea de la que me había obsesionado. Y nadie te explica qué hay al otro lado.
Lo que nos venden a menudo es que emprender es libertad y ser dueño de tu propio tiempo. Así que cuando llevaba un tiempo en el camino y veía que trabajaba más horas que nunca (aunque fuera mi pasión) sin obtener los resultados que quería, empecé a pensar que algo estaba haciendo mal, a frustrarme y a sentirme en una rueda de hámster.
Ahí me di cuenta que la relación con nuestra propia empresa es como una relación de pareja.
Primero te enamoras, luego convives con ella y es entonces cuando conoces realmente lo que hay al otro lado. Y como una pareja, tu empresa es también un espejo de ti mismo. A menudo lo que no nos gusta del otro es algo que forma parte de nosotros. Los espejos de nuestra vida son oportunidades perfectas para coger el camino de la transformación. Esa es la ruta que te lleva a la mejor versión de ti mismo.
Así que decidí hacerme responsable de aquello que no me gustaba del reflejo que veía en ese momento. Me puse a hacer mi propia auditoría personal y la de mi negocio para crear un mapa de ruta de la transformación que quería hacer, y a trabajar en ello de dentro hacia fuera. Porque si una cosa había aprendido era que si yo no estaba bien mi empresa tampoco lo iba a estar. Para mí este proceso han sido años de búsqueda, invertir miles de euros en aprendizaje y paciencia para recoger los frutos.