Aprender a sostener en un mundo que no espera
Una breve reflexión sobre la "Santa Paciencia"
11 de mayo, 2022Hace unos días una persona que escucha el podcast de Otter, Building Better, me mandó un mensaje para decirme que había estado escuchando el episodio 017 sobre el concepto de “building in public”. Me comentaba que se había agobiado escuchándolo porque pensaba “si claro, es una idea muy bonita esta de ser transparente pero ¿cómo comparto cuando las cosas no van bien o no me gusta cómo están?”. Y ésta es una muy buena pregunta que por suerte para ella se respondió en el minuto 31'27", cuando tras un buen rato de charla hago una mención especial a las personas perfeccionistas y en el cómo para nosotras (me incluyo en ellas) puede ser realmente incómodo compartir el proceso cuando no está acabado, e incluso cuando no sabemos cuál va a ser el resultado. Abrirse a compartir de manera transparente el proceso de construcción de un negocio, una idea o un servicio, es toda una terapia de empresa que implica confianza y valentía.
Reconocer que no nos permitimos compartir las cosas que no son “perfectas” es a menudo por inseguridad y desconfianza en nuestro propio proceso, es liberador y nos permite dar nuevos pasos. Afortunadamente para esta oyente, escuchar esto fue un clic que le permitió no solo dejar de agobiarse sino que de repente tuvo su momento “aha” y se puso manos a la obra escribir su propio enfoque para aplicarlo en su negocio.
Y sí, hemos empezado hablando de perfeccionismo. ¿Qué tiene que ver el perfeccionismo con la paciencia? Te cuento cómo lo veo yo: para mí hay dos ingredientes muy presentes cuando arrancamos un negocio, o un nuevo proyecto dentro del mismo, especialmente en personas que buscamos la excelencia (y a veces dejamos que se convierta en autoexigencia). Estos dos ingredientes son la capacidad de tener paciencia y la búsqueda de la perfección. Van de la mano a menudo porque cuando buscamos la perfección en eso que vamos a lanzar, estamos consumiendo el lapso de tiempo de maceración que toda idea necesita, no dejamos espacio a ver cómo transcurren las cosas y aplicar la mejora incremental. Queremos lanzar esto ya y en su mejor versión.
Pequeñas o grandes cosas, ambas llevan tiempo
Vivimos en la cultura de dar el siguiente pelotazo, de la fama superficial, y de conseguir cualquiera de estas dos cosas “porque yo lo valgo”. Nos hemos dejado medir por la audiencia que tenemos en Instagram o en TikTok, cuando eso no es en absoluto una métrica que demuestre la calidad de lo que hay detrás de esa cifra. Crecer en audiencia no implica crecer en calidad o en robustez como marca o negocio. Las raíces que hacen crecer un negocio son internas, no siempre de puertas para afuera. Y si medimos nuestro éxito en métricas de vanidad, empezaremos a correr una carrera que implica más y más deprisa, a estar presentes creando contenido como si fuéramos una fábrica de churros cuando tal vez eso no sea lo que nuestro ecosistema de negocio necesita ahora. Pero sentimos que no podemos parar.
A menudo se relaciona el dejar tiempo a negocios que esperamos que sean “grandes”, cuando el horizonte de nuestra ambición se extiende en la lejanía. Sin embargo, las pequeñas, son grandes cosas también. Hay acciones, decisiones o proyectos que lanzamos en nuestro negocio de una manera ágil y que nos parece que son movimientos rápidos. A menudo, son ágiles y rápidos justamente porque hay todo un proceso previo de aprendizaje, experiencia, madurez, que permite que así sea. Las cosas fáciles y ágiles no siempre son por casualidad, del mismo modo que el talento se puede entrenar. El potencial del momento presente para mí es una combinación de dos cosas: todo lo transcurrido, y cómo lo combinamos en nuestra mochila de recursos, y nuestra mirada al futuro y cómo diseñamos esa proyección. Así que en el momento presente estamos incluyendo tiempo, pasado y futuro.
Dejar de esperar para empezar a sostener
Pienso que algo que nos está pasando es que confundimos esperar con perder el tiempo. ¿Cómo visualizamos la acción de esperar? Seguramente sentados en una silla de una consulta o en una fila de personas esperando nuestro turno. Esperar nos impacienta, nos deja en un espacio liminal en el que parece que se nos escurre el tiempo y se nos van a adelantar mientras nos sentimos atrapados en esa sala de espera. Y si bien es cierto, tenemos este juego mental de percepciones:
Cuando esperamos ponemos toda la fuerza, expectativas y poder, al resultado futuro. Nos perdemos los resultados intermedios y toda la información de lo que está pasando en el momento presente. No porque no esté pasando sino porque no le damos valor, lugar. Anulamos la grandeza del proceso y todo lo que puede suceder ahí. Es difícil conectar con la paciencia si nos colocamos en este prisma.
¿Qué pasaría si dejásemos de esperar y empezásemos a sostener? Situarnos en el sostener más que en el esperar puede ser el primer paso para disfrutar del proceso de construir para alcanzar aquello que queremos. Implica querer llegar ahí al mismo tiempo que abrazamos la incertidumbre del no saber qué va a pasar realmente.
Paciencia y expectativas
La idea de aprender a sostener lo que esperamos que pase parece todo un equilibrio de conceptos si tenemos en cuenta lo planteado anteriormente. Sin embargo, eso que esperamos, debería ser una negociación habitual y orgánica con nosotros mismos a medida que avanzamos. Aprender a esperar, y por tanto sostener, implica una negociación de expectativas.
En personas ambiciosas realmente ese fin, ese horizonte que queremos ver y algún día llegar, como el horizonte en una realidad esférica como la de nuestro planeta, nunca llega. El horizonte debería ir cogiendo la forma que mejor represente aquello que podemos proyectar desde nuestro momento presente, usando el impulso de lo conseguido hasta ahora y los recursos actuales que seguro nos darán una mirada diferente hacia el futuro.
El horizonte de nuestro propia definición del éxito es algo mutante, que se transforma junto con el momento presente. Querer cogerlo es como intentar atrapar el agua con las manos, se escurre si intentamos cogerla. Pero si hacemos un cuenco con nuestras manos podremos sostener ese agua y podremos incluso tal vez vernos reflejados en ella. Y quizás ahí, intentado mirarnos en el espejo del futuro que buscamos, aprendamos algo de nosotros mismos.